domingo, 15 de mayo de 2016

ARTESANOS DEL MUNDO 1. Uruguay, Argentina y Chile, más que toneles, barricas y uvas en el sur de nuestro continente



Recorrer las calles de Montevideo es vivir una experiencia llena de ambigüedades. Su centro histórico está marcado por la presencia de un activo puerto que se mantiene vigente y vital para la economía local. Ciudad con tintes europeos, capital de uno de los países más pequeños de Suramérica con tan solo 3.200.000 habitantes, sus gentes no reflejan los matices indígenas ni mestizos de nuestras razas bolivarianas, la arquitectura se aleja de la nuestra colonizadora, hay una fuerte influencia de artistas franceses que han dejado plasmado su sello en hermosas mansiones, hoteles y edificios gubernamentales. La Rambla, es un paseo de 22 km que rodea la costa del Río de La Plata, se constituye como una gran avenida y paseo peatonal, sobre la cual se congregan diversas actividades deportivas, culturales y pesca. Causa gran curiosidad el mate, cuyas raíces son disputadas entre uruguayos y argentinos. Se toma a cualquier hora del día, cualquier sitio es propicio para beberlo, desde el habitante de la calle hasta el ejecutivo, todos llevan el termo de agua caliente bajo el brazo, ¡con lo cual el brazo queda casi inservible para cualquier otra actividad! Sus propiedades estimulantes se comparan con las del café. El mate, la bombilla y la yerba son parte fundamental de su identidad. En El Mercado del Puerto, sitio emblemático y ardiente de actividad comercial,  hicimos la obligada parada para disfrutar de la parrilla a base de ganado vacuno de primera categoría, el cual se acompaña de un medio y medio, un típico aperitivo que data del siglo XIX, mitad vino espumoso dulce y mitad vino blanco seco.  Punta del Este, tiene una gran similitud con las costas de Miami, hermosas playas de arena blanca,  lujosas mansiones y yates, los jóvenes en carros último modelo se agrupan frente al Mar de La Plata para tomarse una cerveza o su infaltable mate.















   
Ya en Argentina, llegamos a Mendoza después de una larga noche de viaje en bus partiendo desde Santiago de Chile, en el que atravesamos la cordillera de los Andes. A eso de las 2:00 de la mañana llegamos a la frontera con Argentina, era una especie de peaje al aire libre situado en la alta montaña a 4320 m.s.n.m., en un sitio llamado Los Caracoles. Todos los pasajeros tuvimos que descender en medio de un frío rompe huesos, pues había que pasar por inmigración, nuestros equipajes fueron sometidos a una exhaustiva revisión por parte de la Policía Argentina, por la difícil situación económica en este país ha aumentado el contrabando desde Chile, sobre todo de cigarrillos, licores y ropa. Después de una larga espera de casi 3 horas bajo ese inclemente y desesperante frío y ya teniendo los respectivos sellos en nuestros pasaportes, pudimos retomar el camino por una peligrosa carretera que dibujaba sinuosas curvas en su ascenso. Al llegar a  Mendoza buscamos un hospedaje de bajo costo, cómodo y con agua caliente. Allí  tuvimos la oportunidad no sólo de recorrer algunas de las más prestigiosas bodegas productoras de vinos, sino también de conocer el proceso de la obtención de las olivas y todos los productos derivados: aceites, jabones, esencias, colonias, patés y aderezos.




El bus de turismo nos acercó hasta una tienda artesanal en donde se producen, a mano, toda serie de encurtidos, dulces y postres. El producto más novedoso del sitio es la Absenta, licor verdoso elaborado con artemisa y que alcanza unos infernales 75 grados de alcohol. Al tomarlo, la sensación es de ardor desde la boca hasta que llega al estómago. Una copa pequeña basta para quererse quitar todo el atuendo que se lleva encima y te deja contento todo el día... ¡Sin duda recomendado!









Ya de regreso a  Santiago de Chile, y después de optar por regresar de día con la idea de ver la cordillera en todo su esplendor, nos encontramos con una ciudad de tinte multicultural y cosmopolita, sus grandes avenidas, contrastan  con el arte callejero y una gran oferta gastronómica desde restaurantes a manteles hasta el famoso choripan, un pan para perro con dos chorizos embadurnados de mayo y palta (mayonesa con guacamole), ¡imperdible! Los foráneos se mezclan con los de afuera, hay un fuerte olor a cigarrillo, se consigue fácilmente hasta sobre una manta en cualquier calle. La ciudad tiene una amplia oferta turística: hostales, hoteles de lujo, y gran movimiento de turistas tanto de mochileros como de ejecutivos de todas partes del mundo. Nuestro hostal, una acogedora y tranquila  casa con varias habitaciones, estaba ubicado en el sector de Bellavista, perteneciente al barrio Providencia, sector histórico de la ciudad. Hicimos un recorrido en un bus de turismo, servicio prestado por la comuna  de forma gratuita y  allí pudimos apreciar varios edificios históricos y de gran valor patrimonial para la ciudad, ente ellos una de las residencias de Pablo Neruda, La Chascona, premio Nobel de Literatura en 1971, reconocido como el más grande del siglo XX, según Gabriel García Márquez. 






Recorrimos una parte de la ciudad en bicicletas públicas a lo largo de alamedas paralelas al río Mapocho. Sobre el puente de Racamalac  se aprecian una gran cantidad de candados marcados con nombres de parejas que han dejado allí su sello de amor eterno para luego lanzar la llave al río, anduvimos en  bus articulado y en metro, la mejor opción de transporte público. El cerro de san Cristóbal es el segundo más alto en la ciudad con 880 m.s.n.m., al cual se llega a través de un antiguo funicular.  En el punto más alto se puede apreciar la capital, cubierta por una densa capa de smog, producto de la alta contaminación de industrias y vehículos. Allí pudimos probar una de las bebidas típicas de la ciudad: mote con huesillo, bebida de maíz con una semilla de durazno adentro, se toma frío aunque dulcete, muy sabroso. Ascendiendo un poco más se llega a un santuario en donde se dejan ofrendas a cambio de favores a la virgen  de la Inmaculada Concepción.













En el teatro municipal de Las Condes asistimos a la presentación de Shadowland, un espectáculo de origen estadounidense basado en un juego de luz y sombras que dibujan figuras con el cuerpo y  las manos.  De visita en el hipódromo, el Club Hípico de Santiago, una guía nos llevó de recorrido por las instalaciones, un hermoso edificio que data de 1923 después de ser reconstruido tras un incendio que consumió al original, visitado por grandes personalidades ilustres como presidentes internacionales y príncipes de diferentes reinados europeos, fue designado Monumento Histórico en 1972. No podía faltar visitar una de las tiendas más famosas de venta de artículos fabricados a mano en lapislázuli,  piedra azulada que solo se consigue en pocos yacimientos en el mundo, entre ellos Flor de Los Andes, a 3600 metros de altura al norte de Chile https://youtu.be/J_1Wwn7ZmrQ. Allí se pueden conseguir replicas en miniatura de delfines, pingüinos, osos y de las icónicas esculturas de Isla de Pascua, conocidas como moai, pertenecientes al grupo étnico Rapanui







Tomamos la vía hacia el sur, en un confortable bus de dos pisos, y visitamos Viña del mar y su famoso escenario llamado Anfiteatro de la Quinta Vergara en donde se celebra cada año el festival que lleva su mismo nombre; a la entrada se exhibe una placa en homenaje a Gabriela Mistral, la más importante escritora y poetisa chilena. De ahí viajamos a Valparaíso, con sus hermosas casas de mil colores y luego, más hacia el sur, llegamos a Reñaca, pequeña ciudad que alberga una gran oferta hotelera con restaurantes que ofrecen todo tipo de comida de mar y unas hermosas playas de arenas marrones. 







  
El almizcle mágico de las barricas de roble, con los tanques de aluminio o los silos en concreto en donde se alojan los vinos en sus primeros estados, las catas de diferentes cepas de algunas de las más prestigiosas bodegas, el aprendizaje de la cata desde la parte visual en copas que alojan muestras desde los blancos hasta los tintos gran reserva, destinados para los más exigentes paladares, el olfato, el gusto, el helaje de las bodegas en donde duermen los vinos al ritmo de música clásica mientras que alcanzan su madurez, una tenue luz acompaña las barricas el tiempo necesario hasta alcanzar el estatus de reserva o gran reserva. Sorprende que en Uruguay exista, proveniente de Francia, una potente uva denominada Tannat, de la cual se produce el vino tinto más saludable; se considera que un vino hecho con Tannat tiene el doble de taninos que uno de Cabernet Sauvignon, Merlot o Pinot Noir, según palabras del investigador uruguayo Francisco Carrau.

Blancos, rosados, tintos, blends, varietales, pentavarietales, afrutado, joven, gran reserva, maridaje, fueron algunos de los términos con los que, al final de nuestro viaje, nos pudimos familiarizar. El ritmo es vertiginoso, el negocio del vino nunca se detiene, mientras llega la vendimia, tiempo de cosecha de las uvas, en el mes de marzo, las bodegas con sus agrónomos, enólogos y directivos se encargan de realizar nuevas investigaciones, lanzamientos, promoción y mercadeo de sus novedades. Los quesos, los madurados, los panes son los infaltables para acompañar cualquier cata. La industria del vino es un gran renglón de la economía de estos países de la que se desprenden diversas actividades que giran alrededor el turismo. Llegar a cualquiera de las bodegas, pasando de lo artesanal a lo industrial,  es viajar a través de la historia de generaciones pasadas que han dedicado sus esfuerzos en dejar un legado propio, que en la mayoría de las veces aún continúa en manos de jóvenes expertos que llevan sus ancestrales apellidos