lunes, 27 de junio de 2016

ARTESANOS DEL MUNDO 2. Quinchía, manos que tejen esperanza

En la búsqueda de nuestro legado artesanal, esta vez quise emprender un pequeño viaje de dos días hacia el noroccidente del departamento de Risaralda, sobre la cordillera central, en busca de otra de las tantas poblaciones pertenecientes al PCC (Patrimonio Cultural Cafetero)

Sentada frente a mi computador, en la tranquilidad de mi sofá y con los sentidos exaltados por el vapor humeante y el aroma intenso proveniente de mi taza de café, quise documentarme y me sumergí a navegar en Internet en la búsqueda de algunos videos que me pudieran dar una primera impresión de un pueblo, desconocido para mí, a donde llegaría una desconocida como yo en búsqueda de una historia que contar

Mi primera impresión no fue buena. De hecho fue un poco inquietante. Los referentes que estaban publicados en su mayoría hablaban de una época de violencia provocada por enfrentamientos entre grupos subversivos y el ejército en los años 1994-2003. Había relatos dolorosos, historias recargadas de lágrimas y miradas desconsoladoras de familias que contaban sobre la pérdida de sus seres queridos al ser asesinados, secuestrados o, simplemente, desparecidos en esa época de horror, de profundo miedo que sembraron estas bandas al margen de la ley, en una región enclavada en el occidente risaraldense que se convirtió en campo de batalla ante lo cual miles de familias campesinas no encontraron más remedio que el exilio y salir huyendo de una muerte segura. Me quedé reflexionando sobre este asunto, no podía evitar mi evidente malestar. Al cabo de unas dos horas, con mi taza de café y mi cabeza frías empecé a cazar pensamientos que quise de inmediato transcribir en este escrito

Dos días después, despojándome de los prejuicios, quise seguir investigando. Tenía el presentimiento que habría algo más... Magia, tradición, arte, cultura, cada pueblo tiene lo suyo... Y efectivamente, ¡lo encontré! Oro, plata, artesanos, joyas, asociaciones, trabajo en comunidad, respeto por el otro. Quinchía se caracteriza por sus talleres de orfebrería artesanal en donde mano a mano, a pulso, a ojo, se tejen en filigrana joyas con diseños exclusivos, hermosas y delicadas obras de arte. Además se ha venido consolidando como el segundo municipio en producción de filigrana después de Mompox. Esto debía comprobarlo con mis propios ojos

Después de recorrer 2 horas y 15 minutos desde Pereira por la antigua vía hacia Medellín, llegué a la partida en donde encontré el aviso que informaba que el pueblo estaba a 10 km de distancia. Me desvié por la señal indicada y me dirigí por una angosta carretera que me llevó a través de verdes parajes hacia Quinchía, La Villa de los Cerros. El nombre del pueblo tiene su origen en la palabra Quincho que significa cerco, y se aplica a un cerramiento de techo de paja. Quinchía, pueblo minero, productor de café y panela, cuenta con una temperatura promedio de 17°C, está rodeado por 7 cerros los cuales proveen a la región de diversidad de climas, zonas de cultivo y atractivo turístico para expedicionarios amantes de la escalada y de aventuras extremas.



Quería llegar antes de las 12 del mediodía, en el momento mágico cuando el astro rey está en lo máximo de la cúpula celestial, cuando arde, acalora y acelera. La sirena que exalta a esa hora en cada uno de nuestros pueblos tiene un sorprendente encanto pues parece ser que motiva y precipita al ritmo normal del acontecer cotidiano. A la entrada al pueblo, a través de una larga avenida enmarcada por una hilera de frondosas palmeras, tres chivas (buses escalera) suenan intercaladas sus gruesas cornetas, descargando campesinos y productos sembrados en sus fincas como la panela (endulzante obtenido de la caña de azúcar), mandarinas, plátano que traen de diferentes veredas. Es domingo, día de feria y hay producto fresco para vender. Me  impactó El cerro Gobia, uno de los 7 que rodean el pueblo. Su cercanía con el tejido urbano lo hace ver como un elemento más de éste, como si se pudiera tocar con solo estirar la mano, de un surrealismo sacado de un cuadro de Dalí.











Empecé a caminar por la calle principal del pueblo y dos cuadras abajo del parque encontré un pequeño taller de orfebrería. Me acerqué con curiosidad, preguntando por los precios de algunas joyas que llamaron mi atención. Era un pequeño y modesto local, aproximadamente de 12m², con tres vitrinas y dos pequeños puestos de trabajo. En un rincón la mesa de fundición y el laminador. La señora Nelly quien es la propietaria del taller vestía toda de negro luciendo  sendas joyas y marcas en sus manos producto del minucioso y artesanal trabajo de la filigrana. Ella y su asistente Nubia, mujer morena de constitución robusta y rasgos indígenas, me explicaron todo el proceso de fabricación de las joyas desde la fundición de la plata hasta la elaboración del más mínimo detalle en el arte de la filigrana. La materia prima para la fabricación de las joyas son plata ley 1000 (en su máxima pureza), el latón (para soldar) y el cobre para ligar (para reducir la plata, 925, 950, 975). El proceso pasa por la fundición de la chapa de plata hasta obtener el lingote, se pasa por el laminador para reducirle el diámetro hasta que adelgace según lo que se quiera fabricar, después se somete a estirado, torsión, moldeado, corte, soldadura, tejido y armado. Y así, hasta llegar a obtener hermosas y exclusivas piezas únicas en su estilo de anillos, aretes, collares, pulseras, cadenas.

















Caía la tarde y me acerqué a la cafetería y fuente de soda Ahitamara, allí conocí a Ferney del cual es gerente y  propietario. Se encuentra  ubicada al frente del atrio de la iglesia en el parque principal y su entrada está enmarcada por mesas blancas coronadas de parasoles multicolores. Hombre joven, estudioso, con ojos atentos, habla con palabras cuidadosas, con la mirada inquieta, tal vez esquiva. Tiene 35 años de edad y 1,80 de estatura. Proveniente de Armenia, Ferney se radicó en Quinchía desde el año 2008 después de que su esposa fuera trasladada de su trabajo hacia el pueblo. Actualmente, y desde entonces,  se desempeña como gerente de la Asociación Cerros Joyeros. Entre tintos y billetes me contó que la Asociación cuenta con 8 personas vinculadas directamente y 3 independientes, tienen personería jurídica y régimen común. Actualmente Quinchía es el segundo productor nacional de joyería en filigrana a nivel nacional. Nos pusimos otra cita para el día siguiente en su taller en donde se sentiría más cómodo para contarme sobre las actividades en la Asociación.







Llegué a las 9 am a la cita con Ferney en la Asociación los Cerros Joyeros. El taller es amplio. Tiene 8 puestos de trabajo, es lunes festivo y solo hay 3 personas laborando. Pablo, Albeiro y Daniel trabajan bajo el mando de Ferney quien les da instrucciones a los artesanos, posa sus gruesas manos en la delicada joya en proceso de elaboración, trabaja con juicio y delicadeza. Ellos dibujan, cortan y pulen la chapa de plata en su taller ambientado con melodías de Los Visconti o de música llanera. Lucen delantales, guantes, tapabocas, gafas, cual cirujanos esculpiendo su arte en la lamina plateada










Los residuos de los productos químicos o el polvo del papel de lija pueden afectar las vías respiratorias. Los dedos se mueven delicadamente, como danzando, ubicando cada una de las piezas en el modelo guía. Ferney viste con una camiseta café con arabescos precolombinos que le hace honor al trabajo artesanal que elaboran de martes a domingo. Ahora están más tecnificados pues cuentan en su taller con una laminadora automática, pulidora eléctrica, una maquina que quita imperfecciones y otra para hacer enchapes en oro. 

El Steen quita los residuos de las joyas a base de vapor, la máquina de ultrasonido se usa con jabón “fab” para quitar impurezas, el rodinador se usa para enchape y rodinado o para enchapar el oro blanco. Doña Magnolia, otra de las integrantes de la Asociación, llegó una hora después y con su cabello suelto y su saco azul remangado se puso de inmediato manos a la obra en el asunto de la fundición y el laminado de la chapa. La comercialización se hace en el mismo punto de venta de la Asociación, tienen mostradores y vitrinas en donde se puede apreciar la belleza y la precisión de las joyas terminadas, hermosamente acabadas. Todo este conocimiento lo han obtenido de parte del SENA y de Artesanías de Colombia de donde obtuvieron capacitaciones en joyería y manejo de maquinas. En la elaboración de la producción de joyería, se emplea mano de obra de madres cabeza de familia, indígenas y egresados del SENA,  con la finalidad de brindar empleo y progreso en el Municipio de Quinchía.











Estas son las historias de Nelly, mujer fuerte y de Ferney, joven empresario. Artesanos y escultores de sus propios destinos. Rostros que reflejan paz y amor por el trabajo. Ellos tuvieron otra oportunidad de vida fortalecidos con la tenacidad de los que tenemos sangre montañera y nobleza campesina. La fuerza que les dio la tierra, la que les da el poder del conocimiento y la destreza de sus manos. Manos forjadoras de sueños, artífices de esperanza. Manos fuertes que tejen arte con la delicadeza de guantes de seda.  Manos que tejen esperanza




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