En
la búsqueda de nuestro legado artesanal, esta vez quise emprender un pequeño
viaje de dos días hacia el noroccidente del departamento de Risaralda, sobre la
cordillera central, en busca de otra de las tantas poblaciones pertenecientes
al PCC (Patrimonio Cultural Cafetero)
Sentada frente a mi computador, en la tranquilidad de mi
sofá y con los sentidos exaltados por el vapor humeante y el aroma intenso
proveniente de mi taza de café, quise documentarme y me sumergí a navegar
en Internet en la búsqueda de algunos videos que me pudieran dar una primera
impresión de un pueblo, desconocido para mí, a donde llegaría una desconocida
como yo en búsqueda de una historia que contar
Mi primera impresión no fue buena. De hecho fue un poco
inquietante. Los referentes que estaban publicados en su mayoría hablaban de
una época de violencia provocada por enfrentamientos entre grupos subversivos y
el ejército en los años 1994-2003. Había relatos dolorosos, historias
recargadas de lágrimas y miradas desconsoladoras de familias que
contaban sobre la pérdida de sus seres queridos al ser
asesinados, secuestrados o, simplemente, desparecidos en esa
época de horror, de profundo miedo que sembraron estas bandas al margen de la ley, en una región enclavada en
el occidente risaraldense que se convirtió en campo de batalla ante lo cual
miles de familias campesinas no encontraron más remedio que el exilio y salir
huyendo de una muerte segura. Me quedé reflexionando sobre este asunto, no
podía evitar mi evidente malestar. Al cabo de unas dos horas, con mi taza
de café y mi cabeza frías empecé a cazar pensamientos que quise
de inmediato transcribir en este escrito
Dos días después, despojándome de los prejuicios, quise seguir
investigando. Tenía el presentimiento que habría algo más... Magia, tradición,
arte, cultura, cada pueblo tiene lo suyo... Y efectivamente, ¡lo encontré! Oro,
plata, artesanos, joyas, asociaciones, trabajo en comunidad, respeto por el
otro. Quinchía se caracteriza por sus talleres de orfebrería artesanal en donde
mano a mano, a pulso, a ojo, se tejen en filigrana joyas con diseños
exclusivos, hermosas y delicadas obras de arte. Además se ha venido
consolidando como el segundo municipio en producción de filigrana después de
Mompox. Esto debía comprobarlo con mis propios ojos
Después
de recorrer 2 horas y 15 minutos desde Pereira por la antigua vía hacia
Medellín, llegué a la partida en donde encontré el aviso que informaba que el
pueblo estaba a 10 km de distancia. Me desvié por la señal indicada y me dirigí por
una angosta carretera que me llevó a través de verdes parajes hacia Quinchía,
La Villa de los Cerros. El nombre del pueblo tiene su origen en la palabra Quincho
que significa cerco, y se aplica a un cerramiento de techo de paja. Quinchía,
pueblo minero, productor de café y panela, cuenta con una temperatura promedio
de 17°C, está rodeado por 7 cerros los cuales proveen a la región de diversidad
de climas, zonas de cultivo y atractivo turístico para expedicionarios amantes
de la escalada y de aventuras extremas.
Quería
llegar antes de las 12 del mediodía, en el momento mágico cuando el astro rey está
en lo máximo de la cúpula celestial, cuando arde, acalora y acelera. La sirena
que exalta a esa hora en cada uno de nuestros pueblos tiene un sorprendente
encanto pues parece ser que motiva y precipita al ritmo normal del acontecer
cotidiano. A la entrada al pueblo, a través de una larga avenida enmarcada por
una hilera de frondosas palmeras, tres chivas (buses escalera) suenan
intercaladas sus gruesas cornetas, descargando campesinos y productos sembrados
en sus fincas como la panela (endulzante obtenido de la caña de azúcar), mandarinas, plátano que traen de diferentes
veredas. Es domingo, día de feria y hay producto fresco para vender. Me impactó El cerro Gobia, uno de los 7 que rodean el pueblo. Su cercanía con el tejido urbano lo hace ver como un elemento más de éste, como si se pudiera tocar con solo estirar la mano, de un surrealismo sacado de un cuadro de Dalí.
Empecé
a caminar por la calle principal del pueblo y dos cuadras abajo del parque encontré
un pequeño taller de orfebrería. Me acerqué con curiosidad, preguntando por los
precios de algunas joyas que llamaron mi atención. Era un pequeño y modesto
local, aproximadamente de 12m², con tres vitrinas y dos pequeños puestos de trabajo.
En un rincón la mesa de fundición y el laminador. La señora Nelly quien es la
propietaria del taller vestía toda de negro luciendo sendas joyas y marcas en sus manos producto
del minucioso y artesanal trabajo de la filigrana. Ella y su asistente Nubia,
mujer morena de constitución robusta y rasgos indígenas, me explicaron todo el
proceso de fabricación de las joyas desde la fundición de la plata hasta la
elaboración del más mínimo detalle en el arte de la filigrana. La materia prima
para la fabricación de las joyas son plata ley 1000 (en su máxima pureza), el
latón (para soldar) y el cobre para ligar (para reducir la plata, 925, 950,
975). El proceso pasa por la fundición de la chapa de plata hasta obtener el
lingote, se pasa por el laminador para reducirle el diámetro hasta que adelgace
según lo que se quiera fabricar, después se somete a estirado, torsión,
moldeado, corte, soldadura, tejido y armado. Y así, hasta llegar a obtener
hermosas y exclusivas piezas únicas en su estilo de anillos, aretes, collares,
pulseras, cadenas.
Caía la tarde y me acerqué a la cafetería y fuente de soda Ahitamara, allí conocí a Ferney del cual es gerente y propietario. Se encuentra ubicada al frente del atrio de la iglesia en el parque principal y su entrada está enmarcada por mesas blancas coronadas de parasoles multicolores. Hombre joven, estudioso, con ojos atentos, habla con palabras cuidadosas, con la mirada inquieta, tal vez esquiva. Tiene 35 años de edad y 1,80 de estatura. Proveniente de Armenia, Ferney se radicó en Quinchía desde el año 2008 después de que su esposa fuera trasladada de su trabajo hacia el pueblo. Actualmente, y desde entonces, se desempeña como gerente de la Asociación Cerros Joyeros. Entre tintos y billetes me contó que la Asociación cuenta con 8 personas vinculadas directamente y 3 independientes, tienen personería jurídica y régimen común. Actualmente Quinchía es el segundo productor nacional de joyería en filigrana a nivel nacional. Nos pusimos otra cita para el día siguiente en su taller en donde se sentiría más cómodo para contarme sobre las actividades en la Asociación.
Llegué
a las 9 am a la cita con Ferney en la Asociación los Cerros Joyeros. El taller
es amplio. Tiene 8 puestos de trabajo, es lunes festivo y solo hay 3 personas
laborando. Pablo, Albeiro y Daniel trabajan bajo el mando de Ferney quien les
da instrucciones a los artesanos, posa sus gruesas manos en la delicada joya en
proceso de elaboración, trabaja con juicio y delicadeza. Ellos dibujan, cortan
y pulen la chapa de plata en su taller ambientado con melodías de Los Visconti
o de música llanera. Lucen delantales, guantes, tapabocas, gafas, cual cirujanos esculpiendo su arte en la lamina plateada
Los residuos de los productos químicos o el polvo del papel de lija pueden afectar las vías respiratorias. Los dedos se mueven delicadamente, como danzando, ubicando cada una de las piezas en el modelo guía. Ferney viste con una camiseta café con arabescos precolombinos que le hace honor al trabajo artesanal que elaboran de martes a domingo. Ahora están más tecnificados pues cuentan en su taller con una laminadora automática, pulidora eléctrica, una maquina que quita imperfecciones y otra para hacer enchapes en oro.
El Steen quita los residuos de las joyas a base de vapor, la máquina de ultrasonido se usa con jabón “fab” para quitar impurezas, el rodinador se usa para enchape y rodinado o para enchapar el oro blanco. Doña Magnolia, otra de las integrantes de la Asociación, llegó una hora después y con su cabello suelto y su saco azul remangado se puso de inmediato manos a la obra en el asunto de la fundición y el laminado de la chapa. La comercialización se hace en el mismo punto de venta de la Asociación, tienen mostradores y vitrinas en donde se puede apreciar la belleza y la precisión de las joyas terminadas, hermosamente acabadas. Todo este conocimiento lo han obtenido de parte del SENA y de Artesanías de Colombia de donde obtuvieron capacitaciones en joyería y manejo de maquinas. En la elaboración de la producción de joyería, se emplea mano de obra de madres cabeza de familia, indígenas y egresados del SENA, con la finalidad de brindar empleo y progreso en el Municipio de Quinchía.
Los residuos de los productos químicos o el polvo del papel de lija pueden afectar las vías respiratorias. Los dedos se mueven delicadamente, como danzando, ubicando cada una de las piezas en el modelo guía. Ferney viste con una camiseta café con arabescos precolombinos que le hace honor al trabajo artesanal que elaboran de martes a domingo. Ahora están más tecnificados pues cuentan en su taller con una laminadora automática, pulidora eléctrica, una maquina que quita imperfecciones y otra para hacer enchapes en oro.
El Steen quita los residuos de las joyas a base de vapor, la máquina de ultrasonido se usa con jabón “fab” para quitar impurezas, el rodinador se usa para enchape y rodinado o para enchapar el oro blanco. Doña Magnolia, otra de las integrantes de la Asociación, llegó una hora después y con su cabello suelto y su saco azul remangado se puso de inmediato manos a la obra en el asunto de la fundición y el laminado de la chapa. La comercialización se hace en el mismo punto de venta de la Asociación, tienen mostradores y vitrinas en donde se puede apreciar la belleza y la precisión de las joyas terminadas, hermosamente acabadas. Todo este conocimiento lo han obtenido de parte del SENA y de Artesanías de Colombia de donde obtuvieron capacitaciones en joyería y manejo de maquinas. En la elaboración de la producción de joyería, se emplea mano de obra de madres cabeza de familia, indígenas y egresados del SENA, con la finalidad de brindar empleo y progreso en el Municipio de Quinchía.
Estas
son las historias de Nelly, mujer fuerte y de Ferney, joven empresario. Artesanos
y escultores de sus propios destinos. Rostros que reflejan paz y amor por el trabajo. Ellos tuvieron otra oportunidad
de vida fortalecidos con la tenacidad de los que tenemos sangre montañera y nobleza campesina. La fuerza que les dio la tierra, la que les da el poder del conocimiento y la destreza de sus manos. Manos forjadoras de sueños, artífices de esperanza. Manos
fuertes que tejen arte con la delicadeza de guantes de seda. Manos que tejen esperanza
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